Cada región de nuestro México “emite” identidad, crea su propia atmósfera, no importan modas o corrientes de expresión, ni tradiciones anglosajonas que parecieran invadir cada vez nuestro calendario. Y me refiero principalmente a los pueblos, como reflejo eterno de una permanencia constante, una fotografía que denota usos y costumbres. A este punto llegamos para concluir que, si bien podemos como arquitectos diseñar en dónde sea (los métodos de investigación logran una arquitectura contextual, sin importar códigos postales), nos topamos con una adversidad muy grande al proyectar un hotel en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Las calles de 3 metros de ancho, las especificaciones obligatorias (y se agradecen) del INAH, los horarios de suministros para materiales en obra, los vecinos siempre pendientes de cada movimiento en sitio y sobre todo, el programa requerido para lograr los dividendos proyectados.
En un lote de ocho metros de frente y quince metros de fondo, con tres colindancias y con límites verticales para no romper paramentos; se proyectaron 7 habitaciones con baño, a esto se le agregan complementos como lobby, recepción, restaurante y baño. La estrategia se inició con resolver la distribución a medios niveles, creando un semisótano que albergan dos habitaciones y del cual emergen 2 jardines que se dividen por el cubo de escaleras, este último diseñado para contener únicamente huellas, para tamizar y distribuir luz natural hasta el nivel mas bajo.
Desde fachada se aprecia una casa preexistente del contexto, con la intuición de que mantiene un tapanco al interior, realmente por dentro de “la casa” se desarrollan cinco medios niveles que se comunican entre corredores discretos pero expuestos a los jardines centrales. Cada nivel es diferente en la plástica de sus habitaciones, aunque estábamos en contra de este requerimiento, entendimos que los usuarios, después de conocer una habitación, podían seleccionar una diferente en su siguiente visita.
Homogeneizamos el acabado mediante la pintura a la cal, que denota una aceleración al añejamiento por el que tanto se le valora al pueblo (por sus calles no parece transcurrir la época colonial). Fueron los sistemas constructivos que se exhiben y explican más por si mismos, bóvedas de cañón corrido en ladrillo, cimbra muerta, adobe y concreto armado sin cubrir; mantienen un lenguaje de serenidad, siempre activos ante la luz natural.
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